Acaba una reunión y como eres un líder carismático, empático y has visto muchas charlas de cómo motivar, decides decirle a una persona de tu equipo que ha estado especialmente brillante: «Hoy has estado espectacular, lo has hecho genial, enhorabuena». Lo cierto es que le acabas de hacer lo mismo que has aprendido tú en las charlas: le has dicho algo que suena bien pero que no dice nada.

No podemos esperar que alguien entienda qué ha hecho bien diciéndole simplemente que lo ha hecho bien.
Claro, lo mismo aplica en la otra dirección, si pensamos que no ha estado especialmente bien, decirlo en términos generales, tampoco ayudará en nada a tu equipo.
El feedback debe servir para que la persona entienda cómo está siendo su desempeño respecto a su desempeño pasado y su desempeño deseable.
Así que si queremos dar una retroalimentación efectiva debemos concretar siempre: «has acertado explicando al principio de la reunión en detalle qué es lo que ibas a mostrar y resumiendo cada punto para que todo el mundo estuviera en la misma hoja». Si queremos decir que lo ha hecho bien (o no) cuanto más precisos seamos, mejor.
Cada feedback es una oportunidad de mejorar el desempeño y aporta algo maravilloso: la gente entenderá qué hace bien y en qué tiene seguir mejorando, sin sorpresas, sin necesidad de preguntarse si lo está haciendo bien o no.
