Hay algo que he hecho siempre a lo largo de mi vida y me ha traído muchas satisfacciones. Cuando veo un contenido que me gusta, cuando leo un artículo o veo un vídeo, una intervención, escribo muchas veces a su autor/a para agradecerle y comentarle aquellos aspectos que me han parecido más interesantes. Lo hago porque me gusta que la gente sienta lo que siento yo cuando me lo hacen, porque creo que hay que premiar ese esfuerzo de crear contenidos. Así he tejido amistades con personas a las que admiro.

Hasta ahora, cuando me lo hacían a mí, me lo quedaba yo, guardaba esos textos como un tesoro, me animaban a continuar.

Comienzo a colaborar en el programa de Willy Sancho «Antes de que amanezca» en Radio Intereconomía.

Esta vez fue distinto. En mi intervención en el programa con Willy conté alguna cosa que hace años me hubiera resultado difícil hablar, ahora sé que puedo hablar de ello con naturalidad, no solo porque haya pasado tiempo, sino porque al haberlo hablado con más personas con anterioridad, ha aparecido ese aprendizaje no asociativo que es la habituación. Haber contado aspectos íntimos traccionó en más emails, wasaps, mensajes de LK de personas dándome las gracias, sintiéndose identificadas con algunas de las cosas que conté.

Decidí comentárselo a Willy y tomando un café, pensamos que podíamos hacer algo más seguido. Utilizar los conocimientos científicos sobre la conducta para que la gente no solo entienda mejor su sufrimiento sino que también comprenda que hay maneras de relacionarnos en el trabajo que traen un alto rendimiento y mayor bienestar, fomentando eso que hemos venido a etiquetar como «motivación» que no es otra cosa que tener motivos (esto se lo he robado a Alfonso Alcántara AKA Yoriento).

Ahora mismo estoy inmerso en muchos proyectos que me exigen muchas lecturas, asistir a seminarios y ponencias, trabajar con el sufrimiento de personas que quieren cambiar pero no saben cómo, empresas que quieren armonizar liderazgos, implementar políticas retributivas, ganar eficacia… .

No aspiro a dejar de sentirme un impostor, sino a centrarme en hacer que toda la inmesa teoría y experimentación que existe sobre la conducta ayude a las empresas y a las personas con las que trabajo a conseguir sus objetivos.

Poder contar estas cosas en la radio es un sueño.

Sigo cometiendo imprecisiones técnicas, pero no puedo aspirar a hablar como lo hacen las personas de las que he aprendido que están metidos en laboratorios y llevan décadas investigando.

Trataré de no meter mucho la pata y ser honesto, no busco llevar la razón, busco hablar desde la evidencia científica.