No niego yo que participar en el debate pueda ser atractivo, sobre todo si lo que queremos es ajustar cuentas con personas que nos han dirigido en el pasado.
Pero hasta ahí.
Quitando eso, creo que es un debate inútil.
Quizás, sería más interesante analizar cómo es el cambio en algunas personas una vez les ascienden y cómo el contexto, el modelamiento y moldeamiento tienen efecto en su comportamiento. Personas que de la noche a la mañana cambian su relación con el resto de empleados para convertirse en lo que piensan que deben ser pero no se atreven a explicitar: profesionales únicamente preocupados por una cuenta de resultados y por un reforzador positivo de otro jefe.
Echando la vista atrás no soy consciente de haber sufrido algo parecido, pero claro, eso debería preguntárselo a otras personas no a mí mismo.
Parto de una creencia personal, creo que normalmente, todo el mundo hace lo mejor que sabe y aunque hay casos realmente llamativos de líderes que piensan que son personas justas y ecuánimes cuando realmente son todo lo contrario (a todos nos vienen ejemplos) en mayor o menor medida, todos intentamos hacerlo lo mejor posible.
Lo fundamental es entender en qué consisten la tecnología que está a nuestra disposición sobre cómo somos y cómo cambiar conductas para llegar a esa «quimera», que no lo es tanto, de conseguir buenos resultados y que la gente no sufra, incluso, esté contenta trabajando.
Llevar el análisis de la conducta a la oficina significa trabajar con un enfoque conductista, dejas de juzgar a personas para juzgar conductas y eso lo cambia todo. Ya no miras «dentro» de las personas, dejas de analizar y sobrepensar y diriges tu mirada eficazmente a los antecedentes y a las consecuencias. En definitiva, restas emocionalidad, ganas en objetividad y lo más contraintuitivo: limitas la posibilidad de hacer sufrir a tu equipo
A día de hoy, no nos queda más remedio que asumir la lógica capitalista de la productividad, pero eso no tiene por qué impedir que podamos también reírnos, incluso, por qué no, sentir afecto sincero en una tribu con la que no nos queda más remedio que convivir para poder alimentarnos.

