Cuando estudiaba humanidades, recuerdo a mi profesor de prehistoria hablar con vehemencia sobre aquellas personas que reclamaban territorios por «derecho histórico».
«Si damos legitimidad al derecho histórico de un territorio, que vengan los Celtas y los Íberos a reclamar lo que es suyo»

Fue una cuestión que nunca me había preguntado pero que planea sobre mí cuando veo cómo mucha gente se indigna sobremanera porque existan sirenitas o superhéroes negros. Es entonces cuando recuerdo al profesor y me pregunto cuál es la verdadera dimensión histórica de esta cuestión y a qué responde este revuelo.
La crítica apunta a que las sirenitas nunca fueron negras. 𝗦𝗲 𝗳𝘂𝗲𝗿𝘇𝗮 𝗮 𝗾𝘂𝗲 𝘀𝗲𝗮 𝗻𝗲𝗴𝗿𝗮 𝗽𝗼𝗿𝗾𝘂𝗲 𝗹𝗮𝘀 𝘀𝗶𝗿𝗲𝗻𝗶𝘁𝗮𝘀 𝗲𝗿𝗮𝗻 𝗮𝗻𝘁𝗲 𝘁𝗼𝗱𝗼 𝗯𝗹𝗮𝗻𝗰𝗮𝘀.
Lo cierto es que las Sirenas no eran así, la primera referencia histórica que hay fue en La Odisea donde se representaban como mujeres con cuerpo de pájaro. Ovidio dice que en su origen eran ninfas (mujeres con cuerpo de mujer), compañeras de Perséfone y su transformación fue un castigo de Deméter por permitir que fuese raptada por Hades.
Las Sirenas fueron muy referenciadas en la Edad Media y fue en esa época donde se introdujo el cambio de ave a cuerpo de pez, por influencia de la tradición nórdica (siglos XI-XII).
Fue al final de la EM donde el cristianismo retomó el mito de Ulises, siendo Ulises ese hombre «virtuoso» que escapó a la tentación lujuriosa del canto de las Sirenas, siendo éstas en todo momento, seres que buscaban la muerte de los marineros y nunca tuvieron nada de dulces ni buenas.
Así que si nos molesta que la Sirenita sea negra, conviene mirarnos delante de un espejo y preguntarnos, de verdad, qué es lo que nos molesta. Porque quizás, si huimos del ruido, de los prejuicios, de los miedos irracionales, puede que encontremos (y quizás nos avergüence) que en realidad lo que nos molesta es que la Sirenita ahora es negra y nosotros no.
