Hablamos mucho de lo que nos preocupa que nuestra prole acabe con una pantalla delante de sus narices de manera permanente, pero quizás el verdadero peligro en la adicción, no sea tanto lo que pueden llegar a hacer (que también) como lo que dejan de hacer.

La presencia permanente de la tecnología en su mano les desconecta del mundo y les aleja de su propia vida de manera silenciosa con un, a priori, entretenimiento «inocente».

Hay pocas cosas que me produzcan más satisfacción que una conversación calmada con mis dos hijos, no hay historia de IG ni baile de Tiktok, ni si quiera vídeo de #FreijoSofía que pueda competir con eso.

En mi casa a la hora de cenar siempre pregunto a cada uno cuál ha sido el mejor momento del día, a veces pasa que no saben qué elegir porque ha sido un día horrible y eso también genera una conversación valiosa!