Hay modas que van y vienen, ahora nos ha dado fuerte por estirar el estoicismo con un enfoque muy concreto y hablar de resiliencia. ¡Debemos soportar el dolor y seguir!

Creo que en todo este maremágnum de testosterona, machos alfa y demás constructos culturales, hay una reflexión que no suele darse y me lleva sacar de nuevo al maestro Skinner a la palestra.

¿Por qué hacemos cosas que nos causan dolor inmediato? Es interesante entender aquí algo que explicaba Skinner (que en su momento, creo que no le hicieron mucho caso). Hay que entender en qué consiste la conducta gobernada por reglas, que vienen a ser nuestras creencias, lo que predispone que hagamos lo que hacemos (lo que decimos, lo que pensamos). Y como ésta, se complementa u opone a la conducta gobernada por contingencias, que viene a ser lo que pasa realmente.

Vayamos con un ejemplo concreto ¿por qué no metes los dedos en el enchufe? (hablo para la gente que jamás los haya metido)

La conducta gobernada por reglas te dice que no los metas porque es lo que te han inculcado: te va a dar un calambrazo. Jamás te ha dado un calambrazo por meter los dedos en el enchufe, pero no hace falta que lo experimentes para no hacerlo

En nuestra conducta, siempre hay una parte de regla y otra de contingencia.

Que prevalezca las reglas sobre las contingencias o viceversa, realmente determina muchas de nuestras acciones y eso que hemos venido a llamar «personalidad».

Comprender si una conducta, que hemos considerado problemática en terapia, es fruto de una regla verbal o de una contingencia, es importante a la hora de poder modificarla (sabemos que es más difícil modificar una conducta fruto de las reglas que de las contingencias).

Y así estamos, hacemos cosas que nos causan dolor por un bien mayor y aquí vengo con una idea que le escuché al doctor Santiago Benjumea.

Ver a Nadal arrastrarse por una pista, retorciéndose de dolor es algo inspirador, ver a Nadal (una situación ficticia), soportando el mismo dolor pero de otras maneras, en su intimidad y con el objetivo de sentir placer sexual, sería un desastre para su imagen.

En ambas escenas Nadal podría estar soportando un dolor constante, inhumano, pero en la primera escena lo haría por dinero, fama, prestigio… en la segunda, placer sexual. Y ya veis, tenemos una regla verbal que nos dice que sufrir por dinero es loable, inspirador, pero sufrir por placer sexual (no olvidemos que encima el sexo está en nuestra filogenética, no es una conducta aprendida) te convierte en alguien execrable, un ser humano que merece el repudio y la humillación social.

Entender por qué somos como somos le da un barniz científico al hecho de tener pocos prejuicios con según qué comportamientos.