No soy la misma persona que hace año y medio, pero claro, tú tampoco lo eres. Las interacciones con nuestro entorno hacen que vayamos cambiando. Incluso ahora mismo, no eres la misma persona cuando varía tu contexto.
Por eso es absurdo decir que Fulanito es tal o cual, Fulanito es así en el trabajo y de otra manera con sus amigos, el modo en que se comporta variará en función de su historia de aprendizaje.
No me enrollo con esto porque hay algo que quería contaros. Siempre he manejado mal la incertidumbre, creo que le pasa a mucha gente y cuando tienes hijos, aparecen 2 millones de preocupaciones que jamás te habías planteado.

Emprender un proyecto nuevo supone dinero, por suerte, hoy en día no necesitas mucha inversión, sobre todo pensando en servicios, la cuestión relevante es lo que dejas de ganar en el tiempo que te estás formando. Fue dejar de ingresar y automáticamente verme debajo de un puente.
Afortunadamente, ya sabía un poco sobre cómo funcionamos así que me puse manos a la obra: necesito refuerzos positivos que supongan una recompensa inmediata y valores, es decir, dicho de otra manera: «motivación» y un camino al que dirigir mis pasos.
Tenía claro que estudiar sobre análisis de la conducta a diario, me haría muy feliz, y pasar más tiempo con mis hijos, también. Pero no era consciente de cuánto.
Mi familia ha cambiado en este tiempo, las conversaciones que tengo con mis hijos (especialmente con mi hijo mayor que va a por sus 10 años) es algo que me hace inmensamente feliz. Poder hablar, tranquilamente, sin prisa, conocernos, contarnos (sí, yo también le cuento) qué cosas nos dan miedo, el proceso por el que ambos estamos pasando… es de las mejores cosas que he podido experimentar en esta nueva vida.
Os lo ejemplifico con esta conversación reciente:
- Hoy nos han preguntado si la suerte existe
- Yo: Venga, qué has contestado
- Eso no puede existir
- Yo: Y por qué no
- Porque admitir eso es un problemón, todo debería poder explicarse
No lo dije, y traté de que no se me notara la media sonrisa, pero creía saber de dónde había sacado mi hijo eso de que «la suerte no existe». Hace unas semanas habíamos hablado sobre el «libre albedrío» y le conté que con lo que sabemos del comportamiento, es muy difícil que tal cosa pudiera existir. «Si el libre albedrío existiese, qué sentido tendría estudiar la conducta si luego cada persona puede hacer lo que le dé la gana, admitir que la gente hace lo que quiere por motivaciones internas va en contra del saber científico que existe sobre cómo nos comportamos» le espeté ese día. A veces se queda callado pensando y siento que la conversación no le motiva, pero luego, me cuenta cómo en realidad, va digiriendo, interpretando y a veces hasta aplicando, muchas de las cosas sobre las que nos quedamos hablando cada tarde.
¿Me sigue dando miedo la incertidumbre de acabar de fundirme todos mis ahorros?
Sí
¿Ese sentimiento se ha hecho más soportable?
Mucho, diría que en mi día a día hay tantos elementos que me hacen feliz que a veces con centrarme en disfrutar el momento, es suficiente.
Hay un sentimiento que jamás había tenido e intuyo que el valor que tiene es enorme: siento que si me muero antes de lo que debería, habré dejado una huella imborrable en ellos y habré vivido días por los que todo mereció la pena.
Es la sensación maravillosa de pensar que todas estas tardes que estamos pasando, las recordaremos con nostalgia en el futuro si tengo la suerte de llegar a viejo.
Cuando nos planteamos cambiar de vida, nos limitamos a pensar sobre la viabilidad que supone poder cambiar, pero hay otra pregunta que es también muy relevante ¿a qué estás renunciando por no tomar ninguna decisión?
No sabéis la de cosas que se te pueden ocurrir simplemente teniendo unas horas al día para ti.

