Cuántas veces habremos escuchado esa frase tan filosófica y profunda «conócete a ti mismo».
¿Cómo demonios se hace eso?
3ra parte de una serie de tres post / vídeos donde desgrano cuestiones relacionadas con eso que hemos venido a llamar «conocerte a ti mismo».
Nos han enseñado que el camino hacia el bienestar personal pasa por la introspección, por descubrir nuestra «esencia» y por conectar con una supuesta verdad interior. Se nos dice que, si pensamos lo suficiente en nosotros mismos, lograremos encontrar respuestas y alcanzar la paz mental.
Pero ¿y si esta idea no solo es errónea, sino que además está generando más malestar del que resuelve?
En los últimos años ha crecido una industria entera en torno a la idea de la búsqueda del yo. Se nos invita a mirar hacia dentro en lugar de observar lo que hacemos en el mundo real. Se nos vende que la clave para solucionar nuestros problemas está en descubrir un «niño interior», en sanar «heridas emocionales» o en desbloquear ciertos traumas invisibles. Pero todo esto ignora un factor fundamental: el comportamiento humano no se explica mirando solo hacia adentro, sino observando nuestra interacción con el ambiente.
El problema de convertir la vida en una patología
Cada vez es más común encontrar nuevos términos para etiquetar experiencias cotidianas como si fueran trastornos psicológicos. Se patologiza el miedo, la tristeza, el estrés e incluso las dificultades económicas.
Por ejemplo, se habla del «síndrome del nido» para explicar por qué los jóvenes no se independizan, cuando en realidad la razón principal no es psicológica, sino económica. No se van de casa porque el contexto social y financiero lo hace difícil, no porque tengan un problema emocional que necesite ser tratado. Sin embargo, este tipo de etiquetas llevan a muchas personas a pensar que hay algo «mal» en ellas, en lugar de entender que su situación es el resultado de factores externos que no dependen únicamente de su voluntad.
Este es el problema de convertir el malestar en enfermedad: se nos hace creer que la solución es individual, cuando en muchos casos el problema es estructural.
Las reglas verbales y los consejos universales que no ayudan
Nos bombardean con frases como:
❌ «Para superar el miedo, solo tienes que enfrentarlo con confianza.»
❌ «Si piensas bien las cosas, te darás cuenta de que no tienes de qué preocuparte.»
❌ «Debes aprender a sanar tus heridas para seguir adelante.»
El problema de estos consejos es que asumen que somos seres racionales y que basta con entender algo para cambiarlo. Pero el comportamiento humano no funciona así.
Si alguien tiende a la rumiación, decirle que razone su miedo no solo no ayuda, sino que puede agravar el problema. Hay situaciones en las que no es útil dar más vueltas a lo que nos preocupa, sino que es más efectivo intervenir en el entorno, modificar el contexto o simplemente permitir que la exposición gradual haga su trabajo.
Por ejemplo, alguien con ansiedad social puede beneficiarse mucho más de un proceso progresivo de exposición controlada que de intentar «convencerse» de que no hay nada que temer. El aprendizaje no se produce solo con razonamientos, sino con experiencias nuevas que generen cambios en nuestra conducta.
No somos racionales, y eso es clave para entendernos
Desde pequeños se nos enseña que el ser humano es un ser racional. Que tomamos decisiones con lógica, que si pensamos bien las cosas llegaremos a la mejor conclusión.
Pero esto no es cierto.
El conocimiento sobre el comportamiento humano nos dice que tomamos decisiones basadas en nuestras experiencias, en las contingencias del ambiente y en nuestro aprendizaje previo. No somos entes separados de nuestro contexto.
Por eso, intentar resolver todos nuestros problemas desde la razón es un error. A veces, lo que necesitamos no es pensar más, sino cambiar lo que hacemos.
Si cada vez que tenemos miedo evitamos la situación que lo provoca, lo que estamos aprendiendo es que la evitación nos da alivio. Y ese alivio inmediato refuerza la conducta de evitar, haciendo que cada vez sea más difícil enfrentarse a la situación.
Si solo intentamos «pensarlo mejor», no estamos resolviendo el problema. Estamos dándole más poder.
La industria de la felicidad: Un negocio basado en venderte problemas
Muchos de los mensajes sobre autoconocimiento y bienestar no buscan realmente ayudarte, sino venderte algo.
Se ha construido una narrativa en la que si no eres feliz, es porque no estás haciendo lo suficiente por serlo. Se nos dice que debemos trabajar en nuestro «crecimiento personal», conectar con nuestra «energía», alejarnos de las «vibraciones negativas» y desbloquear nuestras «emociones reprimidas».
Todo esto es una forma de hacer que el malestar sea un problema individual en lugar de reconocerlo como parte de la vida.
El problema no es que estés fallando en tu intento de ser feliz. El problema es que te han convencido de que la felicidad es un estado permanente que debes perseguir a toda costa.
Conocerse no es un proceso místico, es entender cómo funcionamos
Si realmente queremos conocernos mejor, no podemos seguir el camino que nos han vendido.
📌 Conocerse no es buscar verdades ocultas en nuestro interior. Es observar qué hacemos, en qué contexto y con qué consecuencias.
📌 No somos seres racionales que pueden cambiar con solo pensar diferente. El cambio ocurre en la acción.
📌 No necesitamos nuevas etiquetas ni reglas universales. Necesitamos herramientas reales para entender nuestra conducta.
Si dejamos de lado las narrativas simplistas y empezamos a mirar cómo funciona realmente el comportamiento humano, tendremos muchas más posibilidades de generar cambios reales y duraderos en nuestra vida.


Gracias