¿Tu empresa tiene filosofía?
La respuesta es: sí, siempre.
Aunque no esté en la web, aunque nadie la haya redactado, aunque a ti te suene a cosas de griegos.
La filosofía no es un adorno: es el conjunto de ideas, creencias y criterios que orientan las decisiones y moldean el comportamiento en tu organización. Y por eso importa. Mucho.
¿A qué llamo filosofía en una empresa?
No me refiero a discursos abstractos ni a frases motivadoras en la pared.
Hablo de algo mucho más básico y funcional:
- Qué tipo de conducta se refuerza y cuál se castiga.
- Qué se considera “hacer bien el trabajo”.
- Qué ideas sobre las personas guían las decisiones de liderazgo.
- Qué criterios se usan para decidir si algo es justo o no.
Todo eso forma parte de lo que podría llamarse la filosofía de tu empresa. Aunque nadie la llame así.
Y si no la haces explícita, te acaba dirigiendo igual… pero por inercia, sin control, con contradicciones.
Cómo suena una mala filosofía
- Usa palabras bonitas que no significan nada concreto.
- Dice una cosa y hace otra.
- Funciona por dogmas (“esto siempre se ha hecho así”).
- Justifica lo que le conviene al que manda.
- No mejora nada: ni las decisiones, ni el ambiente, ni los resultados.
¿Y cómo suena una filosofía útil?
- Se entiende.
- Se nota.
- Se revisa.
- Se conecta con la realidad.
- Y sobre todo: sirve para aumentar la probabilidad de que ocurran conductas valiosas, y disminuir las que perjudican.