Las horas de estudio que estoy dedicando al Máster de Psicología en Terapias Contextuales y de Tercera Generación me están ayudando a comenzar a comprender algo que me apasiona: ¿Por qué actuamos como actuamos?

Discernir entre psicología rigurosa y pseudociencias o pensamientos mágicos es complejo, porque en realidad, todo el mundo actúa como psicólogo sin necesidad de formarse ni de leer nada.
Un gran ejemplo son los ámbitos profesionales donde tendemos a etiquetar a las personas de forma rápida y sin pensar. Les llamamos tímidos, extrovertidos, sensibles, egoístas o amables. Pero, ¿alguna vez nos hemos preguntado por qué por ejemplo, etiquetamos a alguien como «desorganizado»?
Decimos que una persona es desorganizada porque siempre se deja algo y acaba tarde sus tareas. ¿Por qué siempre se deja algo y acaba tarde sus tareas? Porque es una persona desorganizada. La respuesta es inútil y circular.
Esta forma de etiquetar no explica realmente nada.
Por ejemplo, alguien puede tardar mucho en terminar sus tareas en el trabajo, pero ser extremadamente organizado al planificar un viaje con amigos. ¿Dirían sus amigos que esa persona es desorganizada?
Obviamente no.
𝗘𝘀𝘁𝗼 𝗱𝗲𝗺𝘂𝗲𝘀𝘁𝗿𝗮 𝗾𝘂𝗲 𝗻𝗮𝗱𝗶𝗲 𝗲𝘀 𝗿𝗲𝗮𝗹𝗺𝗲𝗻𝘁𝗲 𝗮𝗹𝗴𝗼 𝗲𝗻 𝗲𝘀𝗲𝗻𝗰𝗶𝗮, 𝘀𝗶𝗻𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝘁𝗼𝗱𝗼𝘀 𝘀𝗼𝗺𝗼𝘀 𝗹𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗵𝗮𝗰𝗲𝗺𝗼𝘀.
Entonces, ¿qué ocurre con las etiquetas?
Simplemente describen comportamientos desde la perspectiva de un tercero y en momentos específicos. Estas etiquetas no se acercan ni de lejos a describir quiénes somos realmente.
𝗣𝗲𝗿𝗼 𝗮𝗾𝘂í 𝗲𝘀𝘁𝗮́ 𝗹𝗮 𝗯𝘂𝗲𝗻𝗮 𝗻𝗼𝘁𝗶𝗰𝗶𝗮: 𝘀𝗼𝗺𝗼𝘀 𝗹𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗵𝗮𝗰𝗲𝗺𝗼𝘀 𝘆 𝗹𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗵𝗮𝗰𝗲𝗺𝗼𝘀 𝘀𝗲 𝗽𝘂𝗲𝗱𝗲 𝗰𝗮𝗺𝗯𝗶𝗮𝗿, 𝗲𝗻𝘁𝗿𝗲𝗻𝗮𝗿 𝘆 𝗺𝗲𝗷𝗼𝗿𝗮𝗿.
Así que no te sientas mal si alguien te etiqueta con una palabra desagradable.
Y, por supuesto, intentemos no etiquetar a nadie y en su lugar, expliquemos de manera concreta y precisa qué conductas creemos que alguien puede mejorar.
Pronto haré un vídeo explicando qué va a pasar con #Freijosofia y os adelanto que está relacionado con lo que estoy disfrutando aprendiendo sobre cómo nuestras acciones y comportamientos pueden moldearse y transformarse con herramientas concretas 🙂

Interesante. Desarrollar el hábito de no juzgar nos ayuda a no etiquetar ni etiquetarnos